García-Sanz Marcotegui, Ángel

Los “obreros conscientes” navarros:

Gregorio Angulo (1868-1937)

pp.267/271

 

SARTAGUDA

Este pueblo constituía un señorío que en 1890 pasó a la condesa de Santiago, casada con el duque del Infantado y marqués de Santillana, que lo regentaba en su nombre. Importa señalar que el señorío abarcaba no sólo las tierras de cultivo, sino también las casas (por las que los aristócratas cobraban una renta anual), la iglesia, el cementerio, el lavadero, etc. De ahí la dependencia de los vecinos de este aristócrata era casi total[1].

En agosto de 1919 se constituyó una sociedad denominada “Unión Trabajadora”, de carácter ugetista, con unos 200 afiliados. Su presidente y secretario eran Luis Sola y Hermenegildo Celorrio, respectivamente[2], y pronto dio muestras de dinamismo. El 7 de noviembre celebró un mitin, en el que intervino el propagandista madrileño Vicente Barrio[3]. Pero, sobre todo, desde sus inicios se preocupó del problema de la falta de tierra que afectaba a los convecinos. Por ello pidió que el duque vendiese las tierras al Ayuntamiento o a los vecinos, a través de la propia sociedad, y aconsejó presionar al propietario no pagándole la renta. Entonces se produjeron unos disturbios que acabaron con la intervención de la Guardia Civil, que hirió a varios vecinos. Además, se clausuró el Centro Obrero, la sede de la Unión, y se procesó a sus dirigentes[4].

No obstante, la sociedad se reconstituyó muy pronto. A principios de 1921 repartió una hoja entre los vecinos para que ingresaran en ella. En tal hoja se decía:

 

“Venid a nuestro lado, que aquí os recibiremos como hermanos, y todos juntos defenderemos la misma causa. ¿No comprendéis que si en estos días os han dado, o, mejor dicho, os han tirado unas migajas de tierra, no ha sido porque os la querían dar, sino por ver si los vecinos que formamos esta Sociedad salíamos a reñir con vosotros?.

Debéis comprender que millares de veces hicisteis la petición de tierra y nunca lo lograsteis, y sí ahora que esta Sociedad se ha fundado.

¿Qué sois vosotros?. Vosotros sois esclavos blancos, que vivís en un régimen feudal en pleno siglo XX. ¿Qué patrimonio tiene el pueblo de Sartaguda?.

Ninguno. Se desconocen comunales y toda clase de arbitrios que puedan dar vida al pueblo.

Esto es todo de un señor, propietario único del pueblo, que no contáis ni aún con un cementerio, que es la única tierra que no nos puede faltar al que tiene la desgracia de nacer pobre.

Decidme ahora: ¿qué sois vosotros?. No sois ni siquiera la “chusma encanallada”, como decía un grande de españa. ¡No sois los parias de la nación!. ¡Sois, vengüenza da decirlo, extranjeros, habiendo nacido en España!.

Vecinos de Sartaguda. ¡Seamos hermanos!.

¡Viva la Sociedad “Unión Trabajadora”![5]

 

 

El mes siguiente la sociedad organizó la celebración de la fiesta del 1º de Mayo[6]. Este mes el presidente y exconcejal Andrés García (presidente de la UGT durante la segunda República, (¿y de Unión Republicana en 1935?) y otros tres afiliados (Eustaquio Mangado Urbiola[7] y Primitivo Martínez Martínez, elegidos concejales el año anterior, y el secretario de la citada sociedad, Hermenegildo Celorrio) publicaron una carta en El pueblo navarro (27-IV-1921) en la que atacaban al duque, lo que dio lugar a una larga polémica con éste y sus defensores que sirve para ilustrar la situación del pueblo.

El 4 de mayo El pueblo navarro publicó la carta de un vecino, Fermín Moreno Campos, en la que defendía al duque. Inmediatamente, el 7 de mayo, García y sus tres compañeros salieron al paso de esta misiva y afirmaron que los colonos, como ellos, llevaban una vida mucho peor y más penosa que los arrendatarios de tierra de los pueblos cercanos. Entonces intervino Ramiro Torrijos, administrador del duque, que contradijo las afirmaciones de los representantes de la Unión (aseguró, entre otras cosas, que la renta no había subido en diez años y que era aún más baja que la de los pueblos comarcanos) y se lamentó de que algunos vecinos se hubieran dejado seducir por las orientaciones del sindicalismo rojo[8].

Pocos días después García, Mangado y Ángel Moreno (que debía de ser también compañero suyo) publicaron una larga carta en la que se quejaban a su vez de que Torrijos les hubiese tachado de sindicalistas rojos, acusación que rechazaban; antes bien, decían, la sociedad había celebrado una función religiosa y había regalado una bandera a la iglesia[9].

Estas tensiones afectaron a la organización ugetista[10], que cambió de táctica y se dio de baja en la UGT en julio[11]. Por La Acción Social Navarra (4-VIII-1923), sabemos, y lo confirman también otras noticias, que la Sociedad se pasó a la Federación Católica Social, de la que esperba más apoyo para conseguir sus fines[12]. El mismo hecho que en noviembre de 1921 la comisión que nombró para ir a Pamplona, de la que se habla más abajo, estuviese su consiliario en la misma línea; no obstante, que fuesen a ver a la Federación apunta a que no habían roto sus relaciones con ella.

El malestar de los colonos se agudizó al final del verano, cuando se manifestaron en contra del juzgado municipal porque estaba embargando bienes por el retraso en el pago de las rentas al aristócrata[13]. A finales del año la situación de los vecinos más pobres se agravó a causa de unas heladas, por lo que la junta del Sindicato nombró una comisión que fue a Pamplona a exponer a la Federación Obrera y a las autoridades los problemas que tenían[14]. El Socialista (31-12-1921) dedicó un corto artículo al problema, “Feudalismo intolerable. Nuevamente el problema de la tierra amenaza tener un proceso sangriento”, en el que arremetía contra el duque e instaba a los vecinos del pueblo a ponerse en contacto con los campesinos organizados del resto de España para poner fin a su situación.

Ya el 2 de enero El Socialista denunció que se estaban llevando a cabo los desahucios, que se había concentrado a la Guardia Civil, y que varios colonos (Andrés García Pellejero, Ángel Navarro Sola y Mariano Puizón -?-) habían sido encarcelados, lo que había motivado que las mujeres y los niños se hubiesen manifestado para pedir su libertad. Con todo, y aunque lentamente, se estaba pagando la renta al duque[15]. No obstante, a finales de ese año los anónimos volvieron a excitarse ante el temor de que se produjeran muchos desalojos. El Alcalde calculó que cerca de dos terceras partes de los vecinos tendrían que abandonar el pueblo y se manifestó en contra del duque. Por su parte, el Sindicato Agrícola (¿la citada Unión?) amenazó con declarar la huelga general, y el Ayuntamiento con la dimisión. En previsión de posibles disturbios hizo acto de presencia la Guardia Civil. Aunque de momento sólo se produjo un desahucio, la situación era muy delicada. De ahí que el Gobernador asistiese a una asamblea de vecinos (también acudió el administrador) y propusiera crear una comisión, en la que no estarían los que eran considerados malos pagadores, para comprometerse a pagar la renta. En esas condiciones, dijo, él se comprometía a intervenir ante el duque para solucionar el problema[16].

Sin embargo, la situación era más complicada. El pueblo aparecía dividido en dos bandos, los que estaban a favor del administrador y los que estaban en su contra y querían que dejase su cargo. El corresponsal[17] de El pueblo navarro (25-XII-1922) atribuyó la situación a la creencia errónea de los vecinos de que las tierras que trabajaban eran comunales y no del duque y a las doctrinas disolventes y anárquicas que desgraciadamente se les predicaron por algunos satélites del sindicalismo rojo. El descontento y la división los explicaba de la siguiente forma. En los últimos años había subido la renta; además, el administrador había roturado unos cientos de robadas de terrenos incultos y se las había dado a renta a algunos colonos, con el consiguiente disgusto de la mayoría, que había quedado al margen y cuya situación era cada vez más difícil por el aumento de la población y la imposibilidad de trabajar más tierras. De ahí la división de los vecinos entre partidarios y adversarios del administrador. Con el objeto de defender en buen nombre de Sartaguda el corresponsal terminaba calificando de fantásticas, imaginarias, maquiavélicas y exageradas las noticias de la prensa sobre los acontecimientos ocurridos en la localidad.

No obstante, nuevas crónicas del mismo corresponsal publicadas en El pueblo navarro pusieron de relieve la profundidad de las tensiones sociales que se registraban en la localidad. Cuatro días más tarde decía que los amigos del duque, los que trabajaban las nuevas tierras roturadas, eran aproximadamente un tercio de los vecinos, tenían su propia sociedad de recreo y café y eran considerados como los ricos. Los restantes, los enemigos del administrador, que eran tenidos por pobres, pertenecían por lo general al Sindicato Católico. Este último sector era el que se quejaba del aumento de la renta y que, además, el administrador no les entregaba ningún recibo cuando la hacían efectiva, por lo que no podían demostrar que la habían satisfecho. Su hostilidad contra aquel era tan grande que estaban convencidos que si se le reemplazaba por otro se acabarían las tensiones entre los vecinos, ya que él mismo las había propiciado al entregar las nuevas tierras roturadas sólo a una parte pequeña de éstos.

En su crónica de 8 de diciembre Bernaldo de Quirós señalaba que se habían formado tres grupos para pagar las deudas al duque: ricos, clase media y pobres, e insistía en la obligación de todos ellos de hacerlas efectivas. Añadía que los dos primeros grupos estaban dispuestos, que el último, formado por unos 50 vecinos, no podían hacerlo, y que los del primero no querían solidarizarse con ellos. Instaba por tanto a la concordia y a la armonía, a los pobres a que trabajasen y pagasen y al duque a que facilitase a sus colonos pobres que se hicieran propietarios de las tierras. Ya el 24 de diciembre Bernaldo de Quirós publicó otra carta en El pueblo navarro insistiendo en los mismos términos, pero haciendo recaer en Torrijos una mayor responsabilidad: aunque las prédicas disolventes del sindicalismo rojo habían perturbado la paz y el sosiego de Sartaguda, su mala situación no era de carácter social ni político, sino debida a una cuestión personal: que dos terceras partes del pueblo estaban en contra del administrador.

En julio de 1923 se llegó a un acuerdo con el duque sobre la base de reconocerle la propiedad de las tierras. El acta correspondiente fue firmada por su representante, por el Ayuntamiento (el Alcalde y el Secretario) y por los dos Sindicatos, el Agrícola o de San Isidro, que había copado el consistorio, y el de San Fernando, de los amigos del aristócrata. Interesa señalar que en dicha acta se responsabilizó expresamente de todo lo ocurrido en el pueblo a los que habían protestado por su situación. En efecto, en los dos primeros artículos los vecinos reconocían que habían sido víctimas de engaños por parte de algunos elementos que les habían predispuesto contra el duque, proclamaban que las rentas de la casa ducal habían sido y eran muy moderadas y protestaban contra la campaña de la prensa en sentido contrario y por las ofensas de que habían sido objeto aquel por parte de algunos miembros del Sindicato San Isidro, y antes de la Sociedad Unión Trabajadora[18].

Ya en 1945 la Diputación adquirió el Señorío, lo que permitió que el pueblo pasará de 54 a 364 propietarios[19].