Navarra, 1936. de la esperanza

ALTAFFAYLLA KULTUR  TALDEA, 2003. 6ª Edición

 

En el año 1931 Sartaguda contaba con 1.200 habitantes, y a pesar de su extenso y feraz regadío que le daba una imagen de abundancia y prosperidad, muchas de sus familias se ahogaban en la miseria. El 79,16% de la población continuaban siendo colonos del Duque del Infantado y sometidos a la dictadura particular de su administrador Ramiro Torrijos, prototipo ideal de cacique local. Piénsese que en 1940 el pueblo tenía tan sólo 54 propietarios que pasaron a 364 cuando en 1946 Diputación decidió comprar el pueblo como forma de acabar con la tensión social que ha acompañado siempre la historia de este lugar, Más de 21.000 robadas, de ellas 5.327 de regadío, eran administradas por Torrijos, además de varios corrales, hierbas y aguas, casas, fábrica de electricidad, tejerías, etc… Don Ramiro, ante quienes los colonos se quitaban respetuosamente la boina, era el amo del lugar, siendo muy escasas las visitas de los Duques al pueblo.

En las elecciones de abril de 1931 se presentaban dos candidaturas, venciendo la de derechas en cabezada por el propietario Víctor Cordón. Anulado el resultado fue nombrado alcalde gestor Julio Martínez. Se repitió la elección el 31 de mayo, siendo elegido alcalde Hilario Ruiz que junto con Eusebio Moreno, Eustaquio Mangado y cinco más completó un Ayuntamiento que se definió como republicano-socialista1.

A instancias del Centro Republicano el Ayuntamiento inició gestiones ante Torrijos para tratar de remediar necesidades apremiantes: Terreno para construir una fuente, arreglo del tejado de la Casa Consistorial, etc. El 21 de noviembre tuvo lugar una sesión histórica. En ella, “el Ayuntamiento en Pleno de la Villa, haciéndose eco de una instancia del Centro Republicano y solidarizándose con ella, expuso a dicho señor administrador la urgente necesidad de dar tierra a renta a los más necesitados de la villa por carecer éstos de tierra donde trabajar para comer pan”. Se consideran necesarias 600 robadas y Torrijos, presente en la sala, prometió cursar la petición a los amos. A pesar de las súplicas, Don Ramiro se burló del Ayuntamiento dando lugar a una mayor crispación de los vecinos.

Unos meses más tarde el Ayuntamiento protesta porque muchos terrenos continúan incultos2 y porque las tierras que se arriendan se hacen al capricho arbitrario del administrador3. Al final, tras fracasar todas las gestiones, estalló el motín y la Guardia Civil disolvió a los manifestantes y facilitó la huída de Don Ramiro, por la parte de atrás de la Casa Ducal. A partir de entonces se consiguieron algunas tierras para trabajar pero las organizaciones de izquierda siguieron presionando, incluso saliendo a roturar y sembrar algunos terrenos, hasta que les interrumpía la Guardia Civil. Allí mismo dejaban los aperos para volver al día siguiente y trabajar otro rato antes de que llegasen los guardias y así sucesivamente.

Otros asuntos serán motivo de largos debates en el pueblo e incluso de enfrentamientos. Una consulta popular hecha por el Ayuntamiento entre los vecinos, demostró que la gran mayoría no deseaban al médico titular, Luis Bastero, por considerarlo muy deficiente. Apoyado por las derechas, éste intento mantenerse en su puesto, siendo finalmente destituido.

En 1934 el Ayuntamiento republicano-socialista fue sustituido por otro derechista que interrumpe la labor del anterior. Incluso intentan modificar la “Plaza de la República”4situada junto a la escuela y el nuevo frontón, que era uno de los logros que mayor prestigio daban a la gestión de las izquierdas.

En el pueblo llegaron a funcionar diversas organizaciones. En Centro Republicano y local de UGT estaba en el café de Modesto Montes (actualmente “Bahía”). Los jóvenes pertenecientes a Juventudes Socialistas o a CNT, que también tuvo su pequeño local y biblioteca. Con el nombre “Juventud Socialista”, los jóvenes formaron un grupo de teatro que representó concurridas sesiones con obras de tema social, recaudando dinero para la gente más necesitada. Otra treintena de personas se solía reunir en torno a Izquierda Republicana. Las derechas de la CEDA se reunían en el café de Emilio Amatria “el chato”. Falange no se reconoció hasta la llegada de la guerra.

En cuanto a los actos religiosos, éstos continuaron con normalidad si bien, como ocurrió en otros lugares, las derechas hicieron bandera de muchos de ellos como forma de afirmación política. Incluso el Rosario de la Aurora, que hacía años no se celebraba, volvió a salir los años de la República. Al menos 33 niños no fueron bautizados entre los años 1932-19365 y por primera vez se escuchaban los nombres de “Libertad”, “Progreso”, “Igualdad”, “Galán”, etc.  Algunos entierros civiles tuvieron una gran solemnidad, como el de Francisco Zorzano, al que acompañó la banda de Calahorra y numeroso séquito con banderas, himnos, discursos, etc.

Cumpliendo las nuevas instrucciones del Gobierno, en enero de 1936 el alcalde-gestor Martín Zapata tiene que dejar de nuevo el Ayuntamiento a los concejales suspendidos en 1934. De los repuestos, seis serán fusilados unos meses más tarde. La izquierda recupera su lugar y con moral renovada se prepara para las elecciones de febrero en las que Sartaguda votará mayoritariamente por el Frente Popular. La victoria y la posterior amnistía es ampliamente celebrada por las sociedades, que contratan a los músicos de Azagra y proclaman fiesta el día 21 en todo el pueblo. El triunfo reanima las reivindicaciones y al mes siguiente, el 15 de marzo, una nueva manifestación convocada por Unión Republicana, UGT y CNT, pide, entre otras cosas, la expropiación del pueblo sin indemnizaciones y que se quite el puesto de la Guardia Civil.

El tres de mayo a la noche unos elementos fascistas realizaron algunos disparos en el pueblo y al día siguiente se producen indignadas manifestaciones por las calles culpando al médico, Luis Bastero, y al maestro Cecilio Torres, de los hechos, marchando una comisión a Pamplona a solicitar al Gobernador la expulsión de ambos del pueblo. La derecha reacciona a favor de ellos y el enfrentamiento se recrudece. Eran ya las vísperas del Alzamiento fascista.

Estallado éste, el pueblo se vio sorprendido por la aparición de una veintena de boinas rojas armados que con la Guardia Civil se hacen dueños de la situación.

Confirmado el triunfo derechista en Navarra,, faltos de armas y de preparación militar, las izquierdas optan entre escapar a otras zonas bajo dominio republicano, esconderse en el pueblo o intentar pasar desapercibidos.

El día 20 de julio detienen a Pedro Sesma y Tomás Burgos “el de la Gregorilla” y los conducen a la cárcel sita en los bajos de la Casa Consistorial. Tres celdas, dos de ellas sin más ventilación que la ventanuca enrejillada de la puerta, que se fueron llenando en los días sucesivos.

La confusión inicial va dando paso a la aparición de un nuevo orden y unas nuevas jerarquías. Antolín Campos, guarda de la Diputación; Miguel Urbiola “el Chomo”, Jesús Oñate Pellejero, Lucio Martínez, etc., toman las riendas de la situación con la recién formada Junta de Guerra. Son los nuevos dueños de la vida y de la muerte y todo el pueblo debe rendir cuentas de su pasado ante ellos. Mientras trabajan sus peones, la Casa Ducal y el administrador se mantienen en la sombra.

El café de Modesto, centro de los republicanos, es asaltado y desvalijado. “Ya te pagará Azaña”, le dijeron a Modesto mientras le vaciaban la casa.

El día 29 la prensa da la noticia de la detención “de nueve vecinos de Sartaguda a los que se les recogieron armas cortas y largas y ser uno de ellos autor de haber cortado el teléfono”6.

El día 31 de julio, con cierto retraso, se constituye el nuevo Ayuntamiento presidido por Víctor Cordón Garatea y en esta primera sesión acuerdan dar cuenta de la desaparición de sus puestos del secretario y veterinario municipales, acordando además su sustitución por otros.

Para el dos de agosto son siete más los vecinos del pueblo detenidos. Algunos se había entregado voluntariamente. Otros fueron traídos de los pueblos a donde habían escapado. Este mismo día, donde la barca, detuvieron a un mendigo desconocido, se lo llevaron en una camioneta de patatas y lo fusilaron en las revueltas de Sesma. Comienzan a verse a los de izquierdas portando el obligatorio brazalete blanco.

El cuatro de agosto, acusados de esconder dos armas de fuego en el regadío, detienen a los jóvenes Teodoro y Joaquín Martínez. Ese mismo día, a las 9,30 de la noche, cuatro personas armadas, dos de ellas requetes, se llevaron a Carlos García, Julián Moreno, Ángel Ruiz y Bernabé Sesma. Los cuatro, jóvenes y jornaleros, aparecieron muertos en el término de Cárcar. Al día siguiente, en el mismo lugar, aparecerán cinco muertos más de Arnedo y al siguiente, siete de Alfaro.

El 8 y 12 de agosto nuevas redadas de vecinos y el 14, viernes, junto con tres camiones cargados de víveres, envían a Pamplona a Teodoro y Joaquín Martínez. Al otro día detienen a Damián García Pellejero, secretario de UGT y a la una de la madrugada lo sacan para fusilarlo, con otros de Lodosa, en Ausejo.

Ese mismo día 16, en plena marea represiva, comienzan a detener a numerosas mujeres para cortarles el pelo. Prácticamente todas ellas tenían parientes, esposos o novios detenidos y posteriormente fusilados. Dos barberos fueron encargados de hacerlo y uno de ellos les cobraba por raparles. Las burlas y bromas de los fascistas completaban el escarnio: A algunas les dejaban un ridículo mechón de pelo colgando para ponerles un lazo, o un cabestro de caballería; a otras las rasuraban una ceja; a la mayoría les dieron aceite y les obligaron a desfilar por el pueblo, ordenándoles que gritaran “Abajo las putas” “Viva la Guardia Civil”, etc.

Curiosamente, el día 22 sacaron a los presos de la cárcel y los tuvieron limpiando las calles y plazas dándoles incluso libertad para ir a sus casas a comer hasta las cinco de la tarde.

Septiembre comienza con sangre desde el primer día. A José Sádaba, de 49 años, lo matan en Cárcar, pueblo donde había nacido7. El día cuatro llega a la cárcel un camión entoldado y sacan a diez hombres atados. Agapito Garatea de 53 años, tiene un brazo herido por haberle cogido la polea de la trilladora. Le ponen una silla para que suba al camión y le empujan brutalmente haciéndole caer. Algunos familiares presencian la escena y a uno de sus seis hijos le da un ataque de nervios. Narciso Mangado albañil de UGT, cuyo mayor delito era haber puesto a su hijo el nombre de Progreso; Andrés Martínez Bea, alguacil; Estebán Martínez Sáenz; Francisco Merino de quien dijeron le fue ocupada una pistola; Cipriano Montoya; Ricardo Moreno, concejal de UGT y Andrés Sesma García. Los llevaron por la carretera el Villar hasta el término Aurcajo de la localidad de Ausejo, entre este lugar y el Villar; en un olivar sito en el kilómetro 35 de la carretera les esperaban un numeroso grupo de fusileros.

Antes de matarlos les quitaron la ropa y otros objetos personales, que no aparecieron al desenterrarlos. Una vez muertos los arrastraron atados a un palo hasta un poco más abajo, donde había más tierra. A algunos los remataron a golpes y con postas.

Algún tiempo después algunos familiares reconocieron las ropas de sus familiares. La hija de un fusilado reconoció el traje de su padre e increpó al que lo llevaba: “¡Qué poco te ha costado ese traje!. “El que lo llevaba ya no lo necesitaba”, contestó el aludido.

El mismo día mataron al practicante, Gregorio Gutiérrez, natural de Azagra y simpatizante de la UGT. Lo enterraron en Tudelilla.

El 9 de septiembre numerosos hombres, la mayoría jóvenes, fueron llamados a la plaza del pueblo para acudir “voluntarios” al Tercio de San Jurjo. Antes les hicieron confesar y comulgar en una misa en la Plaza. La inmensa mayoría no se habían enrolado en los frentes a pesar de la presión emocional del momento. Fueron varias decenas los que partieron hacia Zaragoza ese día. Treinta y dos regresarán declarados “inútiles” para el servicio.

El día 14 de agosto nueva redada. Detienen a Eustaquio Mangado Urbiola, albañil de 57 años y alcalde del pueblo en el momento del Alzamiento militar. Había sido también alcalde en 1922, siempre defendiendo a los vecinos y enfrentado al Duque del Infantado. Uno de sus siete hijos será también fusilado. Juanito Martínez se hallaba escondido en un corral de su hermana después de no haber sido admitido para ir al Tercio. Con la tensión de esos días se le cubrió la cara de granos, hecho éste que hemos podido recoger en represaliados de diversas localidades. Aquella tarde se fue con su madre al rosario y, de la misma iglesia, en el 2º Misterio, se lo llevaron8. El mismo piquete detuvo a Epifanio Sesma9 y Andrés Saéz, pero no pudo llevarse a Teodoro Meneses que escapó. Los llevaron a la cárcel y de madrugada los sacaron para matarlos en término de Lodosa.

El día 21, Teodoro Meneses se dejo ver por un vecino del pueblo en el término de la Viguilla de Andosilla. Llevaba un día escondido y necesitaba ayuda. El vecino lo denunció en el pueblo y fue detenido. Lo condujeron hasta los hoyos de la Viguilla pero no pudieron hacerle declarar el paradero de otros compañeros escondidos. Al día siguiente el Ayuntamiento hizo un llamamiento a todo el pueblo para cortar toda la mata de caña y carrizo de la zona de la Viguilla para impedir que los escapados se refugiasen en ella.

En cuanto a los enviados al Tercio, estuvieron un mes haciendo instrucción en la 2ª Compañía y cuando pensaban que ya los iban a mandar al frente, 45 de ellos serán fusilados entre el dos y el cuatro de octubre (Véase el Tercio de San Jurjo), entre ellos los hermanos Plácido y Fermín Biesa, a quienes quitaron los rebaños; Antonio y Esteban Martínez Mangado10, Doroteo y Sotero Martínez; los concejales Valentín Narcué, Julián Oteiza, Agustín Campos, Pedro Merino o Benito Martínez. Ezequiel Cobreros Mermejo se pasó a la zona republicana, desapareciendo en Almudévar.

El 13 de octubre, a las once y media de la noche una nueva redada llena de terror las calles de Sartaguda. Esta vez son todo mujeres, del grupo a las que ya habían cortado el pelo y dado ricino; Paca Urbiola, Avelina Cordón, Luisa Martínez, Rafaela García, Anuncia Ruiz, Sofía Ramírez, Trinidad Mangado y Antonia Narcué. Al día siguiente les seguirán Carmen Garatea y Francisca Martínez. La mayoría de ellas tienen ya los hogares destrozados por la desaparición de padres y esposos. Trasladadas a la cárcel de Estella, serán puestas en libertad unos días después.

A pesar de que en estas fechas Sartaguda es ya uno de los pueblos con mayor índice de represión de todo Navarra, las derechas no cesan en su empeño de liquidar a la veintena que desde los primeros días del Alzamiento militar se hallan detenidos en Pamplona. Sus gestiones dan por fin su fruto y el día 16 de noviembre sacan a 15 presos de la cárcel provincial.

La mayoría eran gente significada y con cargos públicos en Sartaguda. La sombra de la Casa Ducal se cernía, una vez más, sobre quienes habían osado enfrenarse a ella. Eran Antonio 11 y Gabriel Martínez Sádaba, hermanos y jornaleros ambos, Teniente de Alcalde y Juez de Paz respectivamente; Eusebio Moreno, concejal; Santos Benito Artola; Tomás Burgos; el joven cenetista Luciano Fernández; Pedro Fuertes “el hojalatero”, Simón García, padre de cinco hijos; Daniel Mangado de cuatro; Fermín Martínez Narcué de 16 años de edad; Martín Moreno, carpintero y uno de los más pudientes del pueblo, al que desvalijaron y robaron todo; Jesús Moreno, presidente de la UGT, labrador y padre de seis hijos, el mayor de doce años; Honorato Oñate, de 36 años, padre de dos hijos (Bienvenido y Libertad), responsable de la CNT, en cuyo local tenían el centro y la biblioteca; Juan Francisco Pellejero de 43 años y Elías Sesma, jornalero y presidente de la CNT.

Conocedores de cual iba a ser su destino, algunos oponen resistencia. Uno de los falangistas que lo sacaban (E.A. de Mendavia) lo contaba años más tarde: “un tal Antonio Martínes “el Chato” se nos cargó un camarada y lo mató. Le echó mano al cuello y le agarró con tal fuerza de la nuez que se quedó con un trozo del garganchón del camarada en la mano. Tuvimos que matarlo a culatazos en la redonda”. Muerto por los golpes le hivieron cargar a su propio hermano Gabriel el cadáver al camión en el que los llevaban. El carcelero, un falangista de Lodosa, murió al día siguiente en el hospital.

Los presos fueron conducidos a Ollakarizketa, a las bordas de Iruzkun al poniente del pueblo, en un paraje retirado de la carretera a la margen izquierda de un regato. Al llegar a aquel lugar y bajar del camión Simón García gritó: “¡Compañeros! Algunos podemos escapar” y partiéndole el dedo de un bocado a uno de los guardianes echó a correr, siendo abatido al poco rato. Cubrieron con una manta los dos cadáveres y al resto los encerraron en un corral de ovejas donde permanecieron toda la noche bajo la lluvia. Por la mañana llevaron a dos más, sacados del Fuerte de San Cristóbal en el que se encontraban a la espera de un juicio, acusados de tener un viejo revólver . Eran Teodoro Martínez y Juan Martínez de 17 y 18 años, simpatizantes ambos de la CNT. Ellos creían que los habían puesto en libertad. Tan sólo habían dejado en la cárcel al secretario del Ayuntamiento, José Díez y Pedro Sesma.

Una pastora de Ollakarizketa fue mudo testigo del fusilamiento, presenciando como uno de ellos escapó y fue muerto a tiros cuando llegaba al río.

Con estas 17 muertes acaba la represión sangrienta en un pueblo que en lo sucesivo pasará a denominarse “el pueblo de las viudas”. La represión sin embargo, no acabará en las bordas de Iruzkun. A las viudas de estos últimos, por ejemplo, les desvalijaron las casas y sufrieron multas12; les embargaron tierras, maíz, remolacha, sacas de harina, aceite… Las tierras de las viudas se convirtieron en el objetivo de algunos y éstas hicieron causa común para trabajarlas y defenderlas.

Los curas, a la par que el administrador de la Casa Ducal, tuvieron un papel determinante en el desarrollo de los hechos. Manuel Arcaya, el párroco, había protagonizado ya varios incidentes durante la República. Posteriormente llegó Francisco Ancín, que incluso participó en batidas para encontrar a los escapados antes de marcharse, con boina roja, correaje y pistola, al frente. La mayor desvergüenza de este clero fue sin duda obligar a pasar de nuevo por la Iglesia cuantos matrimonios y “bautizos” civiles se habían celebrado en los años republicanos. En agosto de 1933 se “bautizó” a 33 niños que no lo estaban, cambiándoles a algunos los nombres. Igualdad Jacinto pasó a llamarse María Teresa; Liberación Braulio se convirtió en María Pilar, etc. Lo de los matrimonios fue más trágico pues se trataba, en muchos casos, de parejas en el que el marido iba a ser fusilado. Entre le 8 y el 9 de septiembre son trece las parejas que sufren la humillación de casarse de nuevo después de varios años de matrimonio. Siete de ellos serán fusilados. El párroco Francisco Ancín, escribe feliz: “Todos estos matrimonios estaban celebrados por lo civil y lo hacen por la Iglesia arrepentidos, con todos los ritos y costumbres, como la Santa Iglesia ordena”.

En un pueblo pequeño y con 86 varones fusilados apenas si quedaban hombres para morir en los frentes de batalla. Tan sólo hubo quince vecinos muertos “Por Dios y por España”, título póstumo éste que escondía otra realidad: de ellos tan sólo cinco eran de derechas. El resto simpatizaba e incluso estaban afiliados a la izquierda, muriendo seis de ellos bajo la bandera de San Jurjo, tras sobrevivir a las matanzas de octubre.

El pueblo de Sartaguda pagó muy caro, quizás el que más, su derecho a dejar de vivir en la Edad Media13.

TESTIMONIO

La Guardia Civil y el Duque del Infantado

 

En muchas localidades navarras la Guardia Civil se instaló de la mano de los terratenientes. Sartaguda es un buen ejemplo de ello. El cuartel viejo fue construido por el Duque al que siempre le interesó cuidar de su seguridad y la de su administrador frente a un pueblo desposeído y reivindicativo. La Casa Ducal, actual Ayuntamiento, tenía a su poniente el cuartel y enfrente, urbanísticamente también, el antiguo Ayuntamiento republicano. Durante la República fue ampliado, cediendo el administrador de la Casa Ducal, además de los terrenos, parte de la casa de dos o tres viviendas de los guardias, con lo que entonces fue aumentada la plantilla. Eran malos tiempos para la aristocracia. Encima de este cuerpo adosado a la Casa Ducal existe una azotea y en el ángulo de unión de ambas casas (cuartel y Ducal) construyeron una garita para hacer guardias dominando toda la plaza del pueblo. Obvio es decir que el cuartel y la Casa Ducal estaban comunicados. Estallado el Alzamiento militar, la Guardia Civil jugó un papel importante en el desarrollo de los hechos, cumpliendo hasta el final el cometido para el cual los instalaron en el pueblo. Cuando la Diputación compró el pueblo al Duque y fueron repartidas las tierras entre los vecinos, la Guardia Civil marchó de Sartaguda, quedando abandonado el cuartel y desaparecido el “Todo por la Patria”  que ostentaba la fachada.

Informe emitido por el Alcalde sobre las maestras

 

Don Víctor Cordón Garatea, Alcalde Presidente del Ayuntamiento de Sartaguda de esta provincia de Navarra, en cumplimiento de la Orden de la Junta de Defensa Nacional de España de 19 de agosto del año en curso, inserta en el Boletín Oficial de la misma del 21 del mes corriente, tiene el honor de informar sobre las maestras de esta localidad Doña Carmen Arraiza Miqueo, Doña Ramona Laredo y Doña María Magdalena de Miguel, en la forma siguiente:

Doña Carmen Arraiza Miqueo: Esta Señora casada con Don Elías Cadarso Gutiérrez, detenido en la actualidad por haberse encontrado en su domicilio documentación bastante relacionada con la Rusia Soviética, en las últimas elecciones, a pesar de haber sido requerido para que emitiese su voto para las derechas, se negó rotundamente a ello, haciéndolo para las izquierdas, y muy de claro en claro se le veía en la iglesia. (Al margen, a lápiz: “se tomó nota”).

Doña Ramona Laredo: Esta Señorita, sólo se ha podido observar de ella algo de retraimiento para conversar con las personas de derechas no así con las de izquierda, éstas eran saludadas, y en cuanto a la cuestión religiosa, aún cuando frecuentaba la iglesia, las funciones de más solemnidad excusaba su asistencia, marchándose a Logroño, no obstante se reconoce su competencia y laboriosidad en su profesión.

Doña María Magdalena de Miguel: Igualmente esta señorita, lo mismo que la anterior Doña Ramona Laredo, muy amable con las personas de extrema izquierda, no así con las de derechas, pues en cuanto a éstas procuraba poner a salvo las ocasiones que pudieran presentarse, con el fin de no verse en el compromiso (sin duda para ella) de poder dirigirles la palabra; y en cuanto a la Religión Católica, en lugar de oír la Misa Mayor, lo hacía en la misa primera, al amanecer, sin duda para que nadie se diese cuenta, pero en las grandes solemnidades procuraba eludirse, ausentándose de esta localidad, no obstante reconocer su competencia y laboriosidad en su profesión.

TESTIMONIO

Una “saca”

 

“… Sí, sí. A mi me tocó presenciarlo. Lo vi yo cuando los llevaban, cuando los estaban sacando de la cárcel, pero con los fusiles apuntando, no nos dejaban arrimarnos a ninguna. Asomar la cabeza lo justo y con miedo. Y me dijeron que iría a avisarle a la mujer de mi hermano, que no sabía nada porque vivía más atrás del frontón, y me dicen: “Anda, avísale a la Clara, dile que los llevan”. Yo fui corriendo y: “¡Clara, que los están cargando en el camión!”. Fue mi cuñado y dice: “¡Ay, pero que va en mangas de camisa!” y cogió un jersey verde y unas fotografías de las chiquitas, se las metió en la carterilla con algún dinero, no sé ni cuanto. Ya salimos los dos y no nos dio tiempo. Y salían con ellos. En la calle esta del frontón nos los encontramos. “¡Ay, ya los sacan!”. Y venían Víctor Cordón y Miguelito, el Urbiola, los dos de la Junta de Guerra. Y al vernos a nosotras “¡Dónde van Ustedes!”, y mi cuñada les dijo: “Pues que van en mangas de camisa, pa ponerles este jersey y esta carterilla”. “¡Dónde van no necesitan de nada!”, Esa contestación nos dieron, que donde iban no necesitaban nada. Y entonces el Miguer Urbiola cogió el jersey y según pasaba el camión por donde la esquina de casa el administrador, el Torrijos ese que tuvo el que más culpa, echó el jersey al camión. Iban cuatro guardias civiles y a los pobricos no les vimos porque iban sentaus y ataus. La gente se subió corriendo a las peñas pa ver donde los llevaban y, claro, al pasar el puente de Lodosa vimos que ya no los llevaban a Estella. Que iban a matarlos”.

A.M.

Sartaguda